La primera vez que fumé un cigarrillo estaba en 7º grado. No fue debido a la presión de los compañeros, y no era consciente de que la industria del tabaco se dirigía agresivamente a la comunidad LGBTQ+. Estaba luchando con depresión severa, pensamientos suicidas y aceptando mi orientación sexual. En aquel momento, ni siquiera sabía lo que era ser transgénero, pero me presentaba como mujer y quería salir con otras mujeres.
Al crecer en los años 90 en un barrio Latino religioso y de bajos ingresos, era básicamente una sentencia de muerte declarar abiertamente que eras gay. Además, sufrí abusos emocionales y físicos. Saber que tenía que ocultar quién era me hizo tener comportamientos autodestructivos.
Un día me escapé de la escuela con mis amigos y fuimos a la tienda de la esquina a comprar golosinas. Fue entonces cuando descubrí que podía comprar cigarrillos sueltos. No me pidieron identificación. Nadie me preguntó por qué no estaba en la escuela. Simplemente le di al cajero una moneda de 25 centavos y pude comprar un cigarrillo. A partir de ese día, experimenté con diferentes marcas de cigarrillos. Me gustaban los mentolados y los “100s”. Esto no es una coincidencia: el mentol disimula el sabor fuerte del tabaco, haciendo que el humo sea más suave y fácil de inhalar. Ese sabor esconde la verdad: los cigarrillos mentolados son peores para ti y más difíciles de dejar. Mi experiencia con los cigarrillos mentolados tampoco es única: gracias en parte al intenso mercadeo de la industria del tabaco, casi la mitad de los fumadores adultos gays, lesbianas y bisexuales de California fuman cigarrillos mentolados, mientras que sólo el 28% de los fumadores heterosexuales fuman cigarrillos mentolados.
Para cuando llegue a la preparatoria o “high school”, fumaba un paquete al día para calmar mi ansiedad y depresión. En la universidad me resultaba difícil conocer gente nueva y hacer amigos. La forma más habitual de hacerlo era pasar el rato en la zona de fumadores de la universidad dándonos cigarrillos unos a los otros. Fue aquí donde aprendí que no era el único con un fuerte sentimiento de ansiedad, depresión y trauma. Pude conectarme con otros que fumaban por las mismas razones. La industria del tabaco se aprovecha de estos sentimientos de aislamiento que sufre la comunidad LGBTQ, y promueven fumar cigarrillos como una forma de establecer vínculos y aliviar el estrés. La industria del tabaco también ha fingido lealtad con nuestra comunidad patrocinando eventos comunitarios de Pride. Pero promover productos mortales no es ser un aliado.
Con el paso de los años, mi hábito creció y llegué a fumar dos paquetes de cigarrillos al día. Me di cuenta de que mi consumo de cigarrillos seguía empeorando a medida que empezaba a entender lo que significaba ser transgénero, y notaba que mi pareja no estaba de acuerdo con mi transición. Mi ansiedad, depresión y tendencias suicidas empeoraron. Me sentía peor acerca de mí mismo; sintiendo el rechazo de la sociedad, de mi pareja y el rechazo de mis padres, no podía respirar si no tenía un cigarrillo en la mano.
Fue en el 2011, cuando conocí a mi actual pareja, y finalmente pude dejar de fumar. No fue un camino fácil, pero pasé mucho tiempo tratando de encontrar servicios de salud mental para tratar mi ansiedad, depresión, pensamientos suicidas, expresión de género y orientación sexual. Había muchos proveedores de salud que estaban en contra de LGBTQ y provocaron que mi nivel de consumo de tabaco aumentara. Cuando estaba en un centro psiquiátrico, me juzgaban erróneamente, no me permitían practicar mis preferencias alimenticias y me maltrataban por ser quien era. Esto hizo que fuera más difícil dejar de fumar. Sólo cuando pude encontrar un terapista solidario de la identidad LGBTQ y especializado en traumas de la infancia, pude parar de fumar y finalmente dejarlo. A menos que se faciliten recursos y proveedores de la salud competentes en materia de LGBTQ para ayudar al bienestar de mi comunidad, seguiremos viendo cómo las tasas de tabaquismo aumentan. Tenemos que cuidarnos y protegernos mutuamente. Esto incluye de el mercadeo depredador de la industria de tabaco hacia la comunidad LGBTQ.